lunes, 23 de enero de 2012

La servilleta no es nuestra enemiga.

   Un elemento imprescindible en la mesa como es la servilleta, aparentemente nada complejo ni en su estructura ni en su utilización, puede convertirse en un auténtico desafío si no se conocen estas sencillas pero inexcusables pautas.


   A la hora de su colocación en la mesa, lo más aconsejable es colocarla sobre el plato superior de los dispuestos para cada servicio, bien doblada sencillamente, bien doblada de un modo más artístico y habilidoso (maña de la que, he de confesar, carezco por completo). No obstante, y teniendo presente que la vajilla será presumiblemente fina y bonita, es una lástima taparla con las servilletas, en vez de dejar que luzca en todo su esplendor. Así pues, y a la vista de esta circunstancia, la siempre acertada Sra. Marchesi considera preferible colocarla en la mesa, en el lado izquierdo de cada servicio. En cualquier caso, evitemos introducirlas en las copas.

   Huelga aclarar que las servilletas de papel están terminantemente prohibidas en mesas elegantes, sino que han de ser de tela, a juego con el mantel, observándose escrupulosamente que no estén manchadas, rotas o ajadas. Si tienen algún bordado o motivo (iniciales, flores, bordes de encaje, etc.) el doblez habrá de hacerse de modo que quede a la vista. Todos estos extremos habrán de observarse también, obviamente, respecto de las servilletas para el té.

Hermoso juego de servilleteros de cristal.

 Los servilleteros individuales se usaban antes para evitar lavar la servilleta después de cada comida, porque cada uno sabía perfectamente cuál era la suya y, así, usaba   la misma. Hoy en día, aunque siguen siendo un recurrente regalo de boda, sobre todo los de cristal o plata, con la inicial de cada contrayente grabada, lo cierto es que están en desuso y, en todo caso, siempre están restringidos al ámbito familiar.

   Al sentarse a la mesa, se coge la servilleta y, ¡sin darle sacudida alguna! (estirar la tela de una sacudida es el equivalente “servilletesco” a beber el té con el meñique apuntando al cielo: ridículo), se coloca sobre el regazo desplegada o doblada por la mitad. Se usa para limpiar los labios, cuando estén manchados, y antes y después de beber. No  se puede usar para limpiarse la nariz (ni mucho menos sonarse) ni el sudor de la frente, y no debe colocarse a modo de babero. Pero la práctica es bien distinta y, por más que se hagan estas advertencias, siempre habrá alguien que incurra en alguna de estas aberraciones.

La servilleta no se usa como babero, aunque tenga un motivo o dibujo que invite a hacerlo.

   Si nos levantamos de la mesa, simplemente cogeremos la servilleta y, ligeramente arrugada, la dejaremos sobre la mesa, al lado derecho del plato. Al volver a nuestro asiento, repetiremos la operación anterior y la pondremos de nuevo en el regazo.

   Una mantelería puede contener más de un juego de servilletas, y, generalmente, tendrá dos: servilletas de mesa (que cuanto más grandes sean, mejor consideración merecen) y servilletas de té. Pero pueden existir servilletas también para buffet o para cóctel. 


   Si hay platos que haya que comer con la mano, se puede poner una servilleta de  té que no se coloca en el regazo, sino que queda a la izquierda, sirviendo sólo para secarse las manos después de limpiarlas en el agua de limón, y se retirará con el plato respectivo... aunque lo más higiénico y cómodo son las toallitas desechables que se venden ya “ad hoc”. Otro uso atípico, aunque útil, de las servilletas de té es el de usarlas para limpiar la boca cuando, en un buffet, la servilleta principal se nos suministra a fin de cubrir el regazo a modo de mantel. 

Mantelería bordada a mano que dispone de dos tipos de servilletas: de mesa y de té.

   Hay que evitar que la servilleta se convierta en un mecanismo de tortura o generador de inseguridades, que de todo se ha visto, por un desconocimiento de su sencillo manejo. Recapitulando, un empleo natural a la par que distinguido de este necesario elemento es posible: simplemente hay que actuar con lógica o, como hacen los sabios, aprendiendo del comensal vecino que sabe lo que se hace.

   Como siempre, en el medio está la virtud.

   

viernes, 20 de enero de 2012

Mesas para todos los gustos

   ¿Quién ha dicho que el protocolo es rígido e invariable? Quien haya sido demuestra que, entre otras cosas, no se ha parado a pensar en la tipología de un elemento básico de casi cualquier evento, y sobre el que gira gran parte de las normas aplicables al mismo: la mesa.

Mesa para banquetes en el Palacio de Buckingham, en herradura.

   Como si de aquél famoso anuncio de refresco se tratase (“para los altos, para los bajos, para los que ríen, … para todos”), se puede decir que hay una mesa para cada momento o para cada gusto. Si quiere ser clásico o minimalista, opte entre una mesa redonda, cuadrada o rectangular. Y escoja si hará presidencia a la franesa o a la inglesa o si usará sistema cartesiano o bien de reloj para ubicar a los invitados. El abanico, pues, de posibilidades, ya se antoja bastante amplio.

   Pero, dando un paso más, si busca un modelo de mesa más arriesgado o complejo, he aquí una variedad que harán las delicias de los que se toman la ordenación de comensales como un reto o un pasatiempo.

1.- Mesa en T
   Una mesa presidencial de la que parte un único brazo perpendicular, a la altura de la presidencia. El lado opuesto al de la presidencia queda libre, y los invitados se sientan en el brazo teniendo en cuenta los criterios de proximidad y prevalencia de la derecha sobre la izquierda. El extremo corto del brazo se deja libre de asientos, salvo que tenga forma redonda, en cuyo caso se colocarán dos comensales (como mínimo), primando el de la derecha desde el punto de vista de la presidencia.


2.- Mesa en U o herradura
   Se trata de una mesa presidencial (que podrá ser recta o semicircular) rematada por dos brazos en perpendicular. Igual que en el caso anterior, frente a la presidencia no se distribuyen asientos, quedando despejado ese espacio. Respecto a los brazos, los invitados se sientan a ambos lados, teniendo en cuenta que tienen mayor precedencia los que están más cerca de la presidencia; a igual distancia, los que están dirigidos hacia la misma; y, a igual posición, los del brazo derecho sobre los del izquierdo. El extremo corto del brazo se deja libre de asientos, salvo que tenga forma redonda, en cuyo caso se colocarán dos comensales (como mínimo).


3.- Mesa en peine
   Una mesa presidencial de la que parten varios brazos. De entre los brazos, priman los lados que miran a la presidencia; de entre éstos, los más exteriores sobre los centrales, porque nadie les da la espalda y porque consisten en una suerte de continuación de la fila de la presidencia (sin embargo, de los lados que dan la espalda a la presidencia, tienen mayor precedencia los centrales que los exteriores, por su mayor proximidad a la presidencia); y, a igual distancia, los de la derecha sobre los de la izquierda. Los invitados se colocan según los mismos criterios sucesivos que en la mesa de herradura, teniendo en cuenta la precedencia de cada extremo de cada brazo perpendicular. Como en los casos anteriores, el extremo opuesto a la presidencia, se deja  desocupado.


   De estos tres tipos de mesa, considerando que la longitud de los brazos en cada caso sea la misma, la que más comensales admite es la de peine, y la que menos, la de forma de T. Particularmente, la que más solemne, cómoda y estética se me figura es la de herradura, aunque reconozco que pueda deberse a que se utiliza en las recreaciones de los grandes banquetes medievales, como podemos comprobar en series o películas.

   En cualquier caso, lo que se demuestra con esto es que el protocolo, lejos de la imagen de encorsetamiento y univocidad que pueda sugerir “a priori”, cumple las expectativas de las mentes más rebuscadas y exigentes, lo cual, no obstante, no nos autoriza a enloquecer e introducir en un mismo salón estos tres tipos de mesas juntos, porque la flexibilidad y la creatividad también han de tener, lógicamente, un límite.

   Como siempre, en el medio está la virtud.


Cuando el protocolo se toma a risa.

   Aunque en otro momento ya he abordado el desagradable tema del instrusismo consentido, acontecimientos de los últimos días me obligan a retomarlo, puesto que puede que sea el trasfondo de esa serie de fenómenos anómalos. Me explico:

La mala distribución de cubiertos ha devenido en un problema menor,
en comparación con otros fallos inexplicables en protocolo oficial.

   Observamos perplejos ciertas fotografías recientes y comprobamos que hay pautas, reglas o incluso normas jurídicas, que se incumplen, desluciendo protocolariamente un acto, restando solemnidad o, simplemente, haciendo que pierda la elegancia debida.

   Hay un trajín, últimamente, con las banderas, que da la desagradable sensación de que quien las coloca, lo hace sin tener consciencia de lo que ello supone. Hay quien aduce un motivo deliberado, y ve una intención comunicativa en ello. Mi humilde opinión es que las banderas tienen su propia precedencia, y los mensajes han de transmitirse de otro modo. Si en la regulación de la bandera de la Unión Europea no se impone su uso sino en determinados edificios o con ocasión de contadas festividades, es precisamente porque, en consonancia con el principio de igualdad de los Estados miembros y el respeto a su identidad nacional que se recoge en el artículo 4.2 del Tratado de la Unión Europea, no se ve necesidad de ser más europeos de lo preciso.  No obstante, la bandera de Europa se sitúa a veces por delante de la autonómica o incluso de la española.


   Con ocasión del anuncio de que, a raíz del fallecimiento de uno de los ex-Presidentes de la Xunta de Galicia, se habían decretado tres días de luto oficial, constatamos este error en cuanto al uso de las banderas. Aparecían tras el Presidente gallego tres banderas que, por este orden de precedencia, correspondían a España, Unión Europea y Galicia. Más allá de lo desafortunado que resulta un comunicado de tal relevancia para la Comunidad Autónoma con la bandera gallega infravalorada, otro elemento llamaba poderosamente la atención: en cada bandera destacaba un crespón negro en señal de duelo... pero en vez de estar atado a la parte superior del asta, estaba prendido a la tela de cada bandera... y las banderas española y europea (no sólo la de Galicia) también ostentaban el luctuoso ornato. Supongo que huelga cualquier comentario a mayores acerca de lo deplorable de la imagen.


   Pocas horas después, en el marco de la recepción al Presidente Sarkozy con motivo de la entrega al mismo de la condecoración de la Orden del Toisón de Oro, tiene lugar una instantánea en la que figura S.M el Rey flanqueado por el Presidente del Gobierno y tres de los ex-Presidentes, quienes estaban colocados contraviniendo su orden de precedencia específico. Se argumentó, pobremente, a mi modo de ver, que esa colocación alternaba mejor los partidos políticos a los que pertenecían.


   Ese mismo día, la esposa de S.A.R. el Príncipe de Asturias presenció la imposición del Collar y Gran Cruz al Presidente francés ataviada con una falda que a todas luces se antojaba excesivamente corta. ¿Desoyó a sus asesores o simplemente sus asesores dieron su “placet” a tal guisa?.

   Bien. Llegados a este punto, creo que es necesario recordar una cosa: las precedencias, las normas de etiqueta, el uso de las banderas, … no son, “stricto sensu”, normas jurídicamente coercitivas. Sin embargo, sí lo son en la práctica, toda vez que un responsable de protocolo puede ser procedentemente despedido si las incumple y ello acarrea mala imagen o perjuicios a la institución o personalidad que abona su salario. Siendo así, entiendo que los primeros que deben respetarlas son esas instituciones o personalidades, y para ello han de tener especial celo al encargar estas competencias. La realidad, en cambio, nos presenta una tendencia a encargar el departamento o las funciones de “Protocolo y Comunicación” a personas amigas o votantes sin formación en tales lides.


   Si el director, dueño, etc. de una empresa decide dejar en manos de un incompetente los asuntos de protocolo y relaciones públicas, lo hace por su cuenta y riesgo, él paga su salario y él, o su empresa, sufre las consecuencias de una mala praxis por parte del empleado. Si esta decisión la toma un alto cargo de la Administración, está derrochando de un modo lamentable un caudal PÚBLICO, y la mala imagen que pueda acarrear esta ineptitud en perjuicio de esa institución, que representa a TODA la población, afecta a TODOS los ciudadanos a su vez contribuyentes.

   En definitiva, se trata de ser responsables, de cumplir los principios de conducta que la Constitución exige de estos altos cargos (objetividad, servicio al interés público, legalidad) y hacer que el fin último del bien común prime sobre los intereses particulares de quienes los ocupan. Es utópico, lo sé, y a pesar de ello, en este caso SÍ que es jurídicamente coercitivo, al estar consagrado en una norma de Derecho Positivo. Sin embargo, por dar un toque realista, aun cuando sigan con estos nepotismos, sólo pido que sepan rectificar si el “enchufado” demuestra ser una nulidad y procedan a su sustitución por otra persona (amiga o no) más capacitada, para evitar que se repitan casos como los mencionados... deprimentes.

   Como siempre, en el medio está la virtud.



martes, 17 de enero de 2012

Mesas con cabecera única y sin cabecera.

   En estos casos, una mesa rectangular cuenta con un solo presidente, es decir, no se trata de presidencia a la francesa o a la inglesa, sino que la otra cabecera queda desocupada. Suelen usarse estas mesas para reuniones de trabajo en el seno de una empresa o entidad, o para deliberación de órganos colegiados, presididos por su miembro más importante. Aunque algún viudo, lo usa también para evitar que alguien se siente en el lugar  de su cónyuge, aunque siempre en un ámbito estrictamente familiar.

1) Cabecera única jerarquizada. Los invitados se colocan por orden de precedencia, empezando de derecha a izquierda, y según cercanía a la presidencia. Útil cuando se reúne una alta autoridad con personas de muy similar rango, pero entre los que existe alguna diferencia, por ejemplo, el Consejo de Ministros, reunión presidida por el Presidente del Gobierno (y, excepcionalmente, por S.M. el Rey) donde los Ministros tienen distinto rango según sean o no Vicepresidentes.



2) Cabecera única equilibrada. El criterio de colocación es el de la derecha, partiendo de la derecha del presidente. Cada uno se sienta a la derecha de su antecesor. Se intenta eliminar las pautas de precedencia, puesto que prima la puesta en común de ideas vengan de quien vengan, y todos tienen rango equivalente. Piénsese en una reunión de un Director con todos los Subdirectores.



3) Cabecera única simétrica. Se trata aquí de ubicar a dos grupos de personas y un presidente, dejando a los de mayor rango más cerca de éste, sucesivamente. Es apropiada para el caso de que dos delegaciones se reúnan con un superior común o con una alta autoridad. Por ejemplo, si el Presidente del Gobierno Central se reúne con Presidentes y miembros de Gobierno de dos Comunidades Autónomas.



4) Cabecera única de mediación o arbitraje. Preside el mediador o árbitro, que intercede entre dos grupos de personas que se ubican a cada lado según su propia precedencia interna, ocupando el de mayor rango el lugar central, y distribuyéndose los demás en alternancia a derecha e izquierda del mismo.



5) Sistema de encuentro. Nadie ocupa la presidencia, sino que ambas delegaciones se ubican a cada lado, según su propia precedencia interna, igual que en el caso anterior.



6) Sistema de doble espejo. Como en el caso anterior, nadie ocupa la presidencia. En este caso, la delegación anfitriona se coloca según su precedencia (derecha – izquierda) y la otra se ubica con alternancia inversa (izquierda – derecha) para que los responsables de los mismos departamentos queden frente a frente.



   Si hay autoridad o superior jerárquico, se decide con total facilidad entre los tres primeros sistemas. Si se trata de mediación o arbitraje, se utiliza el sistema “ad hoc” de colocación. Y cuando no se trate de ninguno de esos casos, se opta por los dos últimos modos de colocación. Lo único que hay que tener claro será el orden de precedencia entre los miembros del órgano o de cada delegación, que debería estar ya regulado en el reglamento del ente o en el manual de protocolo de la empresa. Así pues, el protocolo demuestra una vez más su utilidad y su indiscutible carácter facilitador de la labor organizativa.

   Como siempre, en el medio está la virtud.


lunes, 16 de enero de 2012

Sistemas de colocación de invitados.

   Habiendo analizado ya la colocación de las presidencias según el tipo de mesa, el siguiente paso lógico pasa por desentrañar los distintos tipos de colocación de invitados. Estos sistemas son aplicables a cualquier tipo de mesa con doble presidencia, sea ésta francesa o inglesa, y sea la mesa redonda o rectangular.

   Con esto presente, pasemos a los sistemas de colocación que son, básicamente, dos.

1) Sistema cartesiano.- También conocido como “sistema en cruz” o “en aspa”. El invitado de mayor rango se sienta a la derecha del anfitrión, y el segundo invitado de mayor honor, a la derecha de la anfitriona. La tercer invitado de mayor distinción, a la izquierda del anfitrión, y el cuarto invitado, a la izquierda de la anfitriona. A partir de ahí, con ordenación de alternancia derecha-izquierda respecto de cada anfitrión o copresidente, se irán sentando el resto.



2) Sistema de reloj.- Denominado así porque la precedencia sigue el orden de las agujas del reloj. El invitado de mayor honor se sienta a la derecha del anfitrión, el segundo a su izquierda, y no a la derecha de la anfitriona, como pasaba en el caso anterior, ya que este puesto lo ocupa el tercer invitado, y el cuarto ocupa el de la izquierda de la anfitriona. Así, en el orden horario, se colocan los demás invitados.



   Para completar una perfecta distribución de los comensales, hemos de tener en cuenta, a la hora de establecer la precedencia de los mismos, su rango o cargo, sus títulos, su estado civil y su edad. Así, deberíamos sentar antes a un venerable anticuario casado que a un joven y soltero director de sucursal bancaria. Si somos muy hábiles y conocemos bien a los asistentes, podemos procurar que personas con intereses afines se sienten lo más próximos posible. Aparte de esto, en general, partiremos de unas premisas:

· un matrimonio no debe sentarse junto. Se conoce esta norma como “ley de descanso matrimonial” y debe extenderse su aplicación a matrimonios y parejas de análoga relación de convivencia, pero no a los novios o prometidos, quienes sí se sientan juntos (se dice simpáticamente que esta ley se aplica a las parejas desde el día siguiente a su boda o, a falta de ésta, a la mudanza para iniciar la vida en común). Hay dos posibles fundamentos, uno más malévolo que el otro. El positivo argumenta  que, como ellos están siempre juntos en sus cenas o almuerzos (o se supone) se les separa cuando comen con otras personas para que puedan interactuar con los demás. La otra explicación es que la posibilidad de discutir es inversamente proporcional a la distancia que los separe, en caso de matrimonios o parejas no demasiado bien avenidos.

Mesas en la boda de Su Alteza Victoria de Suecia

· además de la precedencia por su rango, la ubicación también ha de buscar un equilibrio de sexos, es decir, procuraremos alternar varón con mujer, evitando en la medida de lo posible que coman dos hombres juntos, o dos mujeres juntas. En caso de que sea imposible, la alternancia procurará respetarse a ambos lados de los anfitriones y/o de quienes copresidan. Obviamente, como ya se habrá deducido, en casos en que haya igual número de mujeres que de hombres, será MUY sencillo cumplir esta norma. Pero de no ser así, por fuerza habrán de sentarse dos o más personas del mismo sexo seguidas.

   A este respecto, y a igual representación de ambos sexos, hemos de tener en cuenta que las mesas compuestas por un número que sea doble de un non (seis, diez, catorce, dieciocho, ... personas) permitirán que presidan anfitrión y anfitriona, mientras que si el número es doble de un par (cuatro, ocho, doce, dieciséis, … personas), la anfitriona (o el anfitrión, según los casos) cederá su puesto al invitado masculino de mayor rango y ella se situará a su izquierda, para conservar su privilegio como anfitriona de dar su derecha al invitado de honor. Como es obvio, en este último caso, si los anfitriones son una pareja del mismo sexo, presiden ambos, sin complicaciones.

Mesa de 14 personas. Presiden anfitrión y anfitriona.

· pautas algo trasnochadas (a mi modo de ver) exigen que las mujeres no ocupen punta de mesa, hasta el punto de que será preferible sentar a dos mujeres juntas y trasladar a la punta a un varón, y advierten de que la mujer asume la precedencia de su marido, mientras que el marido no asume la precedencia de su esposa. Estas normas existen, y quien quiera puede aplicarlas, aunque hoy en día parecen carecer de sentido.

Mesa de 16 personas. La anfitriona cede su puesto al invitado de honor, y pasa a la izquierda.

   Teniendo presentes estas reglas de sencilla aplicación, una vez determinada la lista de sus precedencias, la colocación de los comensales se convierte en un sencillo rompecabezas que incluso entretiene (a mí, por lo menos), y ayuda a eliminar gran parte de la tensión que supone organizar un almuerzo o cena de un modo elegante y protocolario.

   De todos modos, siempre hay que estar preparados para que algún invitado pagado de sí mismo se queje de su sitio... incluso pueden llegar a quejarse de no presidir pese a estar en casa ajena, que todo se ha visto. A pesar de la necesaria prevención, confiemos en tener unos invitados encantadores y humildes y que ésto no suceda. No en vano, recordemos que “el deber del anfitrión es hacer sentir a sus invitados como en su propia casa, y el deber de los invitados es recordar que no están en su propia casa”.

   Como siempre, en el medio está la virtud



domingo, 15 de enero de 2012

Y el premio es para... una buena organización.

   Empieza la temporada que hace las delicias de los cinéfilos y de los interesados por los premios, en general. Globos de Oro, Óscar, Goya, Fotogramas de Plata, … Y a quienes nos importan la elegancia y las cosas bien hechas, nos ofrece una concatenación de oportunidades de coger ideas o aprender qué debe evitarse a toda costa.

   En general, podemos distinguir dos tipos de entregas de premios: las menciones oficiales (en las que no suele haber competencia entre nominados “in situ”) y las distinciones más corporativas, sociales o empresariales.

Entrega del Premio Príncipe de Asturias del Deporte a la Selección Española de Fútbol.

   En cuanto al segundo tipo, suele realizarse la entrega durante el transcurso de una gala organizada a tal fin, y la espectacularidad y repercusión es mayor, dado el despliegue. Pero también es recurrente el incurrir en errores garrafales (si se me permite la aliteración). Veamos los distintos elementos a tener en cuenta:

- Alfombra roja. Concepto acuñado para referirse a la entrada al edificio o salón donde se celebra la ceremonia, y donde se ubica la prensa para entrevistar y fotografiar a los asistentes. Ha de preverse que el clima no siempre es respetuoso con nuestra agenda , y se habilitará una carpa o toldo que ampare de inclemencias varias.

Alfombra roja a la entrada del Kodak Theatre (Los Ángeles)

- Etiqueta. Es un evento social, donde se nos premia o se premia a otros que, se supone, lo merecen. Por todo ello, si es un acto de mañana o sobremesa (casi nunca lo es) los hombres llevarán traje oscuro (o chaqué, si es muy sofisticado) y las mujeres traje corto (o de cóctel, en idéntico caso). Si es de noche, el hombre irá de esmóquin o traje oscuro y la mujer, de traje de noche o de cóctel. Este punto es más importante de lo que parece, puesto que según se recibe el premio o se asiste a la gala, se concede mayor o menor relevancia al galardón mismo. Un americano jamás recibiría un Oscar en vaqueros o sin llevar corbata o pajarita. En España, por desgracia, se han relajado mucho las formas, como si no se exigiese etiqueta, y a veces pasa por la alfombra roja gente ataviada como si fuese a la inauguración de un supermercado o a una discoteca, en vez de a un evento de este tipo. No sé por qué nos vanagloriamos de ser vulgares o chabacanos, en un tiempo en que cualquier ayuda es poca y en que tendríamos que procurar una imagen de nuestro cine más atractiva, darnos a valer. No sé por qué es así. Pero así es.

Colin Firth, sonriente y elegante, con el Globo de Oro 2010 a Mejor Actor Dramático

- Guiones inapropiados o poco preparados. Es muy común utilizar a una pareja de personalidades para que entreguen cada premio, de un modo ameno, con una pequeña conversación entre ellos, aludiendo a la categoría o tipo de premio. Es nefasto ver que no se han molestado en leer el guión, que no han ensayado, y que hacen silencios que al espectador resultan molestos y que deslucen. Igualmente graves son los diálogos excesivamente polémicos o que, en general, restan protagonismo a quien subirá inmediatamente a recoger su distinción. Muchas veces no se recuerda de qué premio se trataba, ni quién lo obtuvo, pero sí lo de nulos que fueron los entregantes. Inadmisible.

- Inconexiones o vacíos. No es la primera vez que se presenta a un premiado que resulta que no ha asistido. Alguien debe informar PREVIAMENTE, y no a través de un cartel en plena entrega, al entregante de que tal nominado o tal premiado no recoge el premio, de quién lo recogerá en su nombre o de si hay un video de agradecimiento del galardonado. Esos instantes de indecisión y silencio de quien está tras el atril sin saber qué pasa dan un aspecto deplorable.

Premio Goya

- Ubicación de los nominados o premiados. No me explico por qué es tan frecuente, pero lo es, que los nominados, al ser declarados premiados, tengan que levantar a media platea para llegar al pasillo y poder recoger la estatuilla; o que se pronuncie su nombre y pasen unos interminables segundos hasta que llegan desde el fondo de la sala al escenario. Lo más lógico será que los posibles galardonados estén CERCA del escenario y del pasillo de acceso al mismo, y no en el medio de la fila, ni en la fila del fondo.

- Discursos interminables. Es un problema peliagudo. Hay que comprender que la emoción o ilusión del momento les embargue. Pero cuando esa locuacidad llega a ciertos extremos, deriva en egolatría o recreación en el propio éxito, y hay que ponerle fin. No podemos incidir en el ánimo o solidaridad del discursante, pero sí podemos advertirle de su exceso. Ante casos especialmente obstinados, recordemos a Antonio Banderas tirando a la fuerza de un Almodóvar interminable. Lo cual nos da una idea a mayores: si el entregante es amigo del galardonado, nos puede echar una mano en estas lides, dada la confianza.

Antonio Banderas, poniendo necesario fin a los
agradecimientos de un oscarizado Pedro Almodóvar

- Desinformación de los presentes en el escenario. “Ya di las gracias... y ahora ¿por dónde me voy?” se preguntan los premiados, y a veces también los que entregaron el premio. Lo lógico es que salgan entre bambalinas y vuelvan a su sitio de un modo discreto. Si las circunstancias lo permiten, dejar la primera fila del lado opuesto al atril reservada a los premiados, es una solución muy cómoda.

   En definitiva, y como siempre, lo esencial es la elegancia, la planificación y la información a los que vayan a intervenir en cada entrega. Así será más fácil conseguir un acto fluido, sin dilaciones ni atropellos, donde cada galardonado pueda recoger su premio con la pompa y corrección que merece. Si luego decide estropearlo, ya será cosa suya.

   Como siempre, en el medio está la virtud.