jueves, 5 de mayo de 2016

Tan flexible lo creían, que lo quebraron.

   Me consta que esta entrada va a ser criticadísima por muchos de mis compañeros, vaya por delante. Pero no encuentro justo cargar las tintas contra lo que atacan al protocolo desde fuera sin hacer también un examen salomónico de los ataques que sufre por parte de la propia profesión. Y es que abunda la creencia de que el protocolo es y, lo que es peor, ha de ser absolutamente flexible. Sin duda, creo que se debe a un cierto complejo que tenemos de ser considerados como una institutriz siesa y dogmática, una Fräulein Rottenmeier amargada y estirada que no admite discusión y con la que no se puede tratar.

Insólita presidencia impar, estando ambos Reyes presentes.
Aunque algún protocolista la intentó explicar protocolariamente... sin éxito.

   Ciertamente, me trae absolutamente sin cuidado que se diga eso de mí, como ya he aclarado en otras ocasiones. No tolero que se menosprecie al protocolo, al ceremonial, a la etiqueta, a las buenas maneras. Y si es la propia profesión, como intentando evitar esas críticas que mencionaba, la primera en decir que el protocolo ha de ser flexible, se desata una vorágine difícilmente controlable que nos trae a mal traer, y de la que los protocolistas seríamos los primeros culpables, tirando piedras contra nuestro tejado. Imperdonable.

   ¿Acaso un médico receta un antihistamínico para una infección porque el paciente no quiera antibióticos? ¿Acaso un maestro permite faltas de ortografía en los exámenes para caerle mejor a sus alumnos? ¿Acaso un historiador dirá que los nazis eran unos buenazos para no ofender a la familia de su pareja, procedente de Stuttgart? ¿Acaso un arquitecto utilizará papel reciclado para construir un rascacielos de treinta pisos, por más ecologista que sea el mensaje que quiera mandar?

Michelle Obama respeta la etiqueta, lo cual no ha tenido
consecuencias nocivas para su salud ni su personalidad, que se sepa.

   Pues, díganme: si el propio protocolista dice que el protocolo es adaptable y que admite siempre varias soluciones, ¿qué valor tiene su trabajo? ¿Qué justificación existe para pagar un sueldo a una persona formada y versada en estas lides para que me organice un acto, si tanto da, si todo es tan protocolariamente mutable? Si tengo a cinco personas para ubicar en una mesa presidencial, y hay ochenta criterios válidos, según dicen los mismos expertos, pues las ubico donde quiero y me ahorro la minuta del experto... ¿o no es así?. Y lo mismo con las banderas. ¿Que dices que están mal puestas? Te sueltan que es "por hacer un guiño a Fulano". Y solucionado. 


   Porque también está ese mezclar churras con merinas, protocolo con "marketing", protocolo con periodismo, etiqueta con moda,... La gente confunde y supedita todo al mensaje, incluso las formas. La gente confunde y supedita todo a su conveniencia, incluso los símbolos. Sin embargo, aplaudo que los del Vaticano no dejen entrar a un periodista que va de blanco a cubrir una audiencia papal, rechazo totalmente la vulgaridad gratuita en el lenguaje, me niego a que las banderas cedan su puesto, o a que se salte un político la etiqueta del acto para lanzar su mensaje particular, que muchas veces ni guarda relación con el acto al que acude, además.


Es que el tiro de cámara, es que el mensaje político, es que...
No hay justificación protocolaria para esta colocación y ausencia en las banderas.

   Una cosa es tener un plan B (y hasta un plan D, si hiciera falta), y otra decir que el protocolo es flexible siempre y en todo lugar. Una cosa es que se permita que el anfitrión ceda la presidencia y se coloque en segundo o tercer lugar según le convenga, y otra poner al anfitrión en el duodécimo lugar porque así peloteamos a degüello a media concurrencia. Una cosa es que las pautas fijadas permitan llevar chaqué o traje oscuro, y otra que nos pongamos bandas y placas de gran cruz con chaqué. Una cosa es que se puedan cambiar y adaptar partes de una ceremonia para facilitar la labor de la prensa, y otra que los reporteros se metan en medio para tomar sus fotografías estropeando y ensuciando la ceremonia. Una cosa es querer mostrar cortesía personal con el representante de un colectivo o de un país y otra alterar a voluntad el orden de las banderas para ello.

   Personalmente, veo que un protocolista tiene que lidiar ya con suficientes vicisitudes, inconvenientes, e improvistos, como para además privarse voluntaria e incomprensiblemente del único clavo ardiendo que queda a veces: el protocolo. Además, no voy a ser tan incoherente de quejarme de que los de fuera usen el protocolo como arma arrojadiza y luego ser yo quien diga que es flexible y maleable. No. El protocolo está ahí, máxime el regulado en norma escrita. Si le gusta a Usted lo que dice, perfecto. Si no le gusta, también. Pero no seré yo quien lo ponga al servicio de un interés concreto. Y que me llamen Rottenmeier, terrorista, o lo que se les antoje. Poco me importa. El protocolo está por encima de ellos y de mí.


Recepción al Cuerpo Diplomático. Ellos, chaqué, ellas traje largo. Es así. Pues algún protocolista las criticó porque "habría quedado más austero si hubieran ido de corto".

   Tanto va el cántaro a la fuente, que rompe. Y aunque el protocolista deba de ser como el junco, que se inclina pero no se parte, no así el protocolo. Una cosa es que el protocolista deba tener mano izquierda tratando con según qué egos, y otra muy distinta que el protocolo deba doblegarse ante dichos egos, dejándoles vía libre y haciendo que el acto se convierta en un "ancha es Castilla" ceremonial. 

   No se trata de darle a la gente con el compendio protocolario en la cabeza. Ni de enrocarse en una postura que dé al traste con el acto entero. Consiste en dejar claro que no todo el monte es orégano, que habrá cosas negociables y cosas que no lo son, y que el sueldo que se abone a un protocolista está más que bien invertido y merecido. Es simplemente cambiar el "el protocolo es tu esclavo, es protocolo te quiere y se adapta a ti" por un más prudente y digno "el protocolo es el que es, precisamente para que tu acto luzca, y lo demás, depende". Lo cortés no quita lo valiente. Somos guardianes del protocolo y no podemos ponernos de felpudo a la primera de cambio, porque esa encomienda tan noble nos lo impide. Repitan conmigo: "En protocolo, no es malo ser un poco Rottenmeier".

   Como siempre, en el medio está la virtud.


Imágenes de Google.



2 comentarios:

  1. Flexibilidad pero dentro de unos parámetros, siempre buscando que todo fluya con orden y concierto...

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    1. Efectivamente. Lo que pasa es que pienso que es preferible decir que no es flexible y luego flexibilizarlo hasta donde se pueda, y no darlo por acomodable desde el principio, para evitar aquello de "di la mano y me cogieron el brazo".
      Por cautela, digamos.
      ^_^

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